Nº 7: La recepción de la ópera en la corte española



Corral del Príncipe en 1760


LA RECEPCIÓN DE LA ÓPERA EN LA CORTE ESPAÑOLA
por SERGIO FRANCO, profesor de VIOLÍN del CPMAVGH

No parece extraño que teniendo España posesiones en tierras itálicas llegase pronto a la península Ibérica el género musical más novedoso de la época. Ya en 1627 tuvo lugar en la corte de Felipe IV la representación de un libreto de Lope de Vega enteramente puesto en música, La selva sin amor, cuya partitura, atribuida a Filippo Piccinini (muerto en 1648), no ha llegado a nosotros. Sin embargo, la situación económica de la corte española no acompañaba al crecimiento de un género artístico tan caro y complejo como el teatro musical. Las guerras religiosas y el mantenimiento imperial del rey y su valido, el Conde Duque de Olivares, mantenían a las arcas de la corte de Felipe IV en un estado bastante débil, mientras que los virreyes españoles de Nápoles podían invertir en el desarrollo del nuevo estilo musical.

A pesar de esta circunstancia el rey era un gran aficionado al teatro y emprendía la organización de funciones de teatro musical en el palacete de La Zarzuela. En este lugar para los encuentros de caza organizó en 1650 la representación de Celos, aún del aire, matan, con música de Juan de Hidalgo (ca. 1610-1685) sobre el texto de Calderón de la Barca. Los músicos que participaban en estas representaciones tenían que tomarse de la plantilla habitual del Teatro del Buen Retiro lo que provocaba tener que suspender algunas funciones organizadas para el pueblo madrileño en beneficio de los deseos reales. Esto motivó que se optara por organizar en La Zarzuela piezas más sencillas que precisaran la menor plantilla posible, aunque respetando la temática de la ópera seria napolitana por estar concebidas para el público cortesano. Los músicos que participaban en las representaciones en el palacete de caza se referían a ellas como obras “de Zarzuela”. De esta forma se asoció este nombre con la adaptación española al nuevo género escénico italiano.

Alzado del Real Coliseo del Buen Retiro

En los años que quedaban del reinado de Felipe IV y durante los de su hijo Carlos II, la zarzuela fue arraigándose en el ambiente escénico madrileño y autores como Juan de Hidalgo o Sebastián Durón (1660-1716) compusieron un gran número de estas piezas. Este último comenzó a generar obras más ambiciosas y de mayor envergadura, lo que le llevó a titular algunas de ellas como “óperas”.

Con la llegada del nuevo siglo también comenzó a reinar en España la Casa de Borbón. De la mano de Felipe de Anjou, Felipe V de España, entró en la península la Compañía Real Italiana, los conocidos popularmente como Trufaldines, que, con el empresario Francesco Bartoli al frente, comenzó a representar ópera italiana, en especial de estilo napolitano. Dicho empresario utilizó su influencia en la corte para conseguir el alquiler de un corral de comedias, alargando su actividad hasta 1725, siendo sus últimas óperas representadas L’interese schernito del proprio inganno y Ottone in villa, musicadas por Gioacchino Landi. En contraposición, el 23 de abril de 1720 se estrenaba en el Real Coliseo del Buen Retiro, con motivo del nacimiento del infante Felipe y por encargo de la segunda esposo del monarca, Isabel de Farnesio, la ópera Las Amazonas de España, con música del violinista de la corte Giacomo Facco sobre un libreto en castellano de José de Cañizares. Éste último, autor de textos de zarzuela estrenados en los últimos años del seiscientos y los primeros del setecientos, escribió un libreto de temática heroica sobre una historia de Plutarco y con clara esencia metastasiano. De esta manera se representó una ópera con evidente espíritu italiano en dramaturgia y música, pero con texto castellano y producción hispánica.

Tras la muerte de Francesco Bartoli se formó una nueva compañía de músicos italianos bajo la protección del Cardenal Alberoni, quien como consejero de Felipe V consiguió el establecimiento de ésta en el Teatro de los Caños del Peral, levantado sobre un antiguo corral de comedias y posteriormente demolido, ya en 1817, para la construcción de lo que actualmente es el Teatro Real. De esta forma, mientras los músicos italianos gozaban del privilegio de poner en escena sus producciones en un teatro, las compañías locales tenían que hacerlo en los tradicionales, y menos dotados, corrales como el del Príncipe o de la Cruz. Posteriormente el Marques de Scotti, secretario de la reina Isabel, procuró que los salarios de los artistas italianos fueran sufragados directamente por dotación real.

 Fachada del Teatro de los Caños del Peral, 1788

De la mano del conde de Montijo, cumpliendo una demanda de Isabel de Farnesio, llega a la corte española en agosto de 1737 el afamado castrato napolitano Carlo Broschi, Farinelli (1705-1782), llamado para aliviar la tristeza de Felipe V. Discípulo del compositor y maestro de canto Nicola Porpora, también napolitano, tras ser escuchado por el monarca, éste le nombra músico de cámara del Rey y criado personal, pasando ha tener una influencia directa sobre el soberano, utilizada en impulsar la ópera napolitana en la corte y favorecer a los músicos italianos que pisaron Madrid. Su influjo siguió teniendo enorme peso con la llegada del nuevo rey, Fernando VI, y su consorte Bárbara de Braganza, promoviendo la puesta en escena de óperas de los grandes autores napolitanos.

En 1759 comienza el reinado de Carlos III tras abandonar el trono de Nápoles. A pesar del impulso que dio a la ópera en su regencia napolitana, no actuó de la misma forma al llegar a España lo que provocó que la ópera se ciñese a iniciativas privadas, si bien no evitó que el género, ya totalmente asentado en el gusto de la sociedad española, siguiese apareciendo en teatros privados, así como en los salones de las casas nobiliarias. Esta afición por los espectáculos teatrales y operísticos llevaron al rey, casi por obligación y asesorado por el Conde de Aranda, en esos momentos presidente del Consejo de Castilla, a encargar al arquitecto francés Jaime Marquet la construcción de los Teatros de los Reales Sitios, es decir, tres locales cortesanos localizadas en Aranjuez, El Pardo y San Lorenzo de El Escorial, usando un modelo de teatro alla italiana en forma de U, y entorno a ellos la Compañía de los Reales Sitios que acompañaba a la corte en sus movimientos. En estos teatros se pusieron en escena tanto obras teatrales, en su mayoría de autores españoles, así como serenatas, intermedios y óperas de los más importantes autores italianos. Asimismo, la Junta de Hospitales de Madrid fue autorizada en 1786 a organizar representaciones operísticas en el teatro de los Caños del Peral con fines benéficos, si bien fueron en su mayoría encargadas a la compañía del músico italiano Domenico Rossi, poniendo en escena funciones de ópera y ballet de reciente estreno en los coliseos europeos.

  Vista desde el escenario del Real Coliseo de Carlos III de San Lorenzo de El Escorial

De esta forma durante los últimos años del siglo el intenso movimiento operístico de las compañías italianas en los teatros de la corte española empezaban a producir un gravamen demasiado elevado para las arcas del estado, además de un creciente rechazo a lo extranjero en el pueblo, provocando la redacción de una Real Orden en 1799 que prohibía toda pieza cantada en un idioma que no fuese el castellano, ni bailes que no sean los “propios y característicos de estos reinos”. Esto no impidió que los músicos italianos continuaran con su movimiento operístico, y si bien la influencia italiana colonizó la península, y toda Europa, a lo largo del siglo XVIII, la actividad de dramaturgos, compositores, músicos, actores y cantantes españoles en lengua castellana nunca cesó.

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